Contaba baldosas mientras caminaba, dos rojas tres azules una blanca, dos rojas tres azules una blanca.
Árbol inclinado.
Como si muchos se hubiesen apoyado en el tronco, creció torcido. No tuvo tutor, diría el tío Luis. Es por eso. Creció como pudo, sin cuidados. El tronco lastimado arrastra las raíces que asoman de la tierra, se las ve como a garras apretando el suelo para no salirse del todo. Pobre árbol agotado. Siente angustia por él, lo consuela con una caricia.
Cerca de una reja, pasó con el palo que encontró y sin perderse en la cuenta recuento de baldosas que llevaba, hizo un concierto entre los barrotes y los firuletes.
Turno del perro ahora. Ladra desde el lugar donde está echado. Ladra ronco y espaciado. Perro viejo. Con cada ladrido queda temblando su moflete. Se ríe y lo señala con el índice. El perro entiende por viejo y nada tonto, se pone en pie y avanza ladrando como cuando hace años espantaba niños atrevidos como éste.
Dos rojas, tres azules, una blanca…dos rojas, tres azules una blanca…dos
Árbol erguido derecho como trazado.
Tronco sano liso, sin nudos. Pasa su manita, se siente suave. Sonríe y observa, mece el viento la copa frondosa que regala verdes, de todos los verdes.
Respira levantando el mentón y entornando los ojos, como hacen los perros.
Ahora cerca larga. Partes de ladrillo dejan un paredón bajito para caminarlo y otras de reja enjaulando una parcela de tierra descuidada. Un perro bravo mostrando los dientes, se encarga que no haya intrusos ni flores.
No hubo concierto. Cambió el palo de mano ¿Quién se atrevería a pegarle a las rejas que separan de la fiera? Nadie. Tampoco hay pasto en el jardín, sólo un perro que ladra enfurecido porque no se lo puede comer. Alguien chista detrás del ventanal. El perro gime ahora, gime y calla obediente mirando al amo invisible y al bocado que se pierde haciéndole equilibrio al borde gris acero de la vereda y cuenta otra vez: Dosrojastresazulesunablancadosrojas.
Las saltó a todas. Una por una, mirándolas fijo dando contra el farol de la esquina justo en medio de la frente. No lo vio, ahora sí.
Entonces golpea la columna de metal, esta vez con el palo que conserva.
Disfruta del sonido y el eco que recorre el interior del tubo hasta que un señor mayor le detiene la mano con, Eso no se hace niño.
Varias blancas ahora, blancablancablanca ¿Y van? Diez. ¿Las rojas? ¿Las azules? Cambiaron las veredas, ¿Cambié de barrio? Hola ¿alguien escucha?
Dejó el palo apoyado en la vidriera de una tienda de sábanas blancas, tan limpias y dobladas, planchadas y almidonadas, esperando por él ¡Qué buena arrugada les daría!
Dos rojas tres azules, una blanca tres rojas dos azules una blanca…Suerte que encontró el camino de regreso a la cama, Como dice papi “El cine de sábanas blancas”
Ya sin palo, sin perro que ladre ni viejo que rete, duerme el niño. Al fin, duerme.
V.C
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