¿Dónde está el cielo?

14 06 2009

¿Donde esta el cielo?…
Cuando era chica solía decirle a mi mamá: “mamama te quiero hasta el cielo “….
Más adelante aprendí la palabra infinito; y como me resultó más lejos, cambié cielo por infinito.
Ahora leo que en algunos comentarios se encuentran ambas palabras y me lleva a la reflexión:
¿Y dónde está el cielo? Ya no prefiero ni cielo, ni infinito porque ambos resultan inalcanzables.
Me quedo con un “ te quiero “… Con los ojos cerrados, eso me alivia. Nos acerca, creo.
V.M.M





La Flecha en el Blanco

21 06 2008

El impacto en pleno vuelo fue demoledor y como un bólido avanzó con las alas replegadas, la cabeza haciendo punta, los ojos cerrados. Ese caprichoso viento, con el que tantas veces jugó, ahora le destrozaba doliéndole más que la misma herida.
Le pesaba el cuerpo, no podía dominar el vértigo. Imágenes confusas por instantes, otras perfectas, nítidas como destellos. Rojas, en llamas, como el día que incendiaron el bosque….De agua clara y fresca como el arroyo al que llegaba después de tantas horas en el aire, planeando, persiguiendo atento desde lo alto, a ese pequeñín que le serviría de almuerzo…
Todo se acercaba a él tan de prisa… Sorpresiva e inexorablemente estaba llegando.
Abrió los ojos, tal vez para dar una última mirada y pudo ver el llano, entre el bosque y el río… En un clavado perfecto, ya sin vida,  el águila yacía como muestra de crueldad sobre la playa. Lo recibió la arena, haciéndole olas de irónica bienvenida.

Viviana Comerón

Primer post publicado en Sentires el 21de junio de 2007





La flecha en el blanco

16 10 2007

viewphoto-aguila.jpegEl impacto en pleno vuelo fue demoledor y como un bólido avanzó con las alas replegadas, la cabeza haciendo punta, los ojos cerrados. Ese caprichoso viento, con el que tantas veces jugó, ahora le destrozaba doliéndole más que la misma herida.
Le pesaba el cuerpo, no podía dominar el vértigo. Imágenes confusas por instantes, otras perfectas, nítidas como destellos. Rojas, en llamas, como el día que incendiaron el bosque….De agua clara y fresca como el arroyo al que llegaba después de tantas horas en el aire, planeando, persiguiendo atento desde lo alto, a ese pequeñín que le serviría de almuerzo…
Todo se acercaba a él tan de prisa… Sorpresiva e inexorablemente estaba llegando.
Abrió los ojos, tal vez para dar una última mirada y pudo ver el llano, entre el bosque y el río… En un clavado perfecto, ya sin vida, el águila yacía como muestra de crueldad sobre la playa. Lo recibió la arena, haciéndole olas de irónica bienvenida.

Viviana Comerón





El viaje

27 09 2007

Muchos días sin agua, los campos estaban sedientos.
Una nube de polvo cubre el camino a la mínima brisa. A los lados, cercos de madera y algunos tablones rotos, otros tapados por la maleza entre la que asoma, se cuelga y desborda una corona de novia florecida, ni una hoja. Planta bonita y perfumada. Nívea aparición que irrumpe en la monotonía amarilla de un otoño que ya se va.
El carro avanza lento, un buey tira resignado.
Sosteniendo las cuerdas de tiento áspero Don Gervasio, con pañuelo de barbijo, sombrero negro hasta el tope y guantes de cuero de cordero.

Abrigo no lleva, apenas un chaleco de piel, bombacha de campo que entre mancha y mancha deja asomar el marrón de origen. Botas de caña altas, cerradas con lazo firme a la altura de la rodilla, “Por las dudas se cruce una yarará”, pensaba cada vez que se calzaba.
Difícil caminar con tanto ropaje, “Con picadura de ese bicho, no se camina más…” el viejo entre caña y caña, aconsejaba al que quisiera escuchar y al hijo del Toribio, que lo tenía montado entre ceja y ceja, porque a veces salía a los piques con la moto que le regaló el abuelo, “Un día mata a alguien el chico malcriado y total como es el hijo del Toribio, fue sin querer, ¿Dirán eso? ¡Y sí, seguro!”
“Siempre hay que estarse protegido, aunque vaya en ese caballo suyo que echa ruido” Mientras se ponía la rastra sobre el pantalón, luego el chaleco.
“Está buena Gervasio, como las de antes. Así tiene mi abuelo”.
“Algunas monedas de plata perdió. Reemplacé por esas de ahora, pura chapita ¿Qué valen? Nada, ¿Qué van a valer? Pero a falta de pura plata, vale pura de chapa” Y se rió otra vez el viejo, le faltaban cuatro dientes pero entre tanta barba ni se notaba.
Salió de sus pensamientos para mirar el horizonte.

Rosa profundo, lila mezclado con algún negro y varias pinceladas amarillas. El carro gira que gira rueda ruidosa, Don Buey no tira, el carro parece andar solo.
-Se me viene la noche. Y este buey viejo, camina más lento que nunca ¡Qué lo tiró!
“Me acercaré a esos arbustos, por ahí no más, entre los matorrales. Se hizo un manto de luces en el cielo. Don Gervasio se fascinó. El viejo tirado en una lona pretendía disfrutar el mejor espectáculo del día, la Noche.

Pero, el Buey acaricia el pasto sin comerlo, y se acostó en el polvo con pesadez.
-¿Qué le estará pasando a Don Buey? lo noto caliente…A ver, muéstrele la lengua al viejo, ¿No andará empastado? ¿Qué se queja? ¿Duele amigo?
Y el animal emitía un quejido lastimero, suave, ninguna extravagancia. Para animal, medido el Buey. Sufrido como corresponde a un Buey de pura cepa, de puro castrado…Será eso, nunca un amorío. Debe ser aburrido, vida e’buey.

Le acercó un farol, mojó la testuz como a niño afiebrado. Tiró de la cola, por el empaste, a ver si se le pasaba.
Nada. Igual de mal seguía el pobre. Aparecieron los mosquitos, alguna alimaña, una ardilla y tres cuises. Todos de mirones no aportaron buenas ideas al Gervasio.
Se acercó al camino, miró para acá y para allá, “Por ahí alguno se viene, justo pasaba…¡Pero no! ¿Quién se viene para estas oscuridades?”.
“Nosotros Don Buey” Y lo miró desde el camino…el animal tirado.

Ahora se lo veía más, las patas levantadas, el farol inclinado cerca del carro.
El viejo corriendo, se le arrodilló al lado.
-¡Se muere este animal! ¡Qué demonios! ¡Vamos amigo! no me deje solo, tantos años de compañero…Vamos qué le pasa, ¡Déjese e’joder che…!
Nada, que no le contestó nada el animal. Resopló. Un ojo le quedó mirando, redondo, negro. Gervasio lloró sentado al lado de Don Buey.
-Cierre el ojo hermano, cierre. Vaya con el Tata.
Escuchó un concierto de grillos mientras se le sacudía el cuerpo de sollozar calladito y triste. El viejo acariciaba a su compañero aún tibio.

En eso…Alerta.
Ruido al caballo del hijo del Toribio ¿O no más le pareció?
Se acercó al camino otra vez casi corriendo con su chuequear de viejo con botas desatadas y sí.
Como saliendo de una garganta negra…La luz blanca se le venía encima metiendo ruido. Agitó los brazos… “¡Gracias, Dios!”
-¿Qué hace acá Don Gervasio? ¿Lo ayudo con algo?

V.C.





Mañana

10 07 2007

El mismo intenso dolor de piernas del otro día le impedía continuar con la caminata que se había propuesto. Encendió un cigarrillo y regresó a paso lento.
Además ya era tarde y los mosquitos comenzaban su ataque. Nada que le molestara más. Por otro lado, alguna razón importante debía tener para protestar y el ataque de los mosquitos lo era.
Ahora en casa se daría una buena ducha, luego la bata y alguna cosa comería…Eso sí, de tomar para nada se olvidaba. De la copa, del vaso, de la jarra, del jarrón, de la canilla, del barril, del sifón, de la taza, de la bota, del mate, del termo y claro está, de la botella y el botellón.
¿Y qué tomaría? Lo que venga… vino, aguardiente, cerveza, sidra, licor, vodka.

Luego un café cortado, el último cigarrillo del día y a la cama. Y en la cama, a pensar en ella.  Nunca pudo pensar más de cinco minutos en María, el sueño lo vencía hasta el otro día, “Que si no….¡ya vería!”- se decía al despertar y sonreía un poco,  nunca demasiado no fuera cosa que perdiera su estilo hombre serio, para nada.

Después de varios bostezos frente al espejo del baño, daba inicio a la rutina. Que la ducha, el desayuno, el periódico y el nudo de la corbata. Que mirar la agenda, que tachar lo hecho, “Y lo hecho, hecho está” -decía- “Y lo por hacer, se verá”
Y así la vida, a José Ernesto se le iba pasando de mes en mes, de año en año. Ya pronto los cuarenta y cinco.
-Aún no los cumplí, soy de Escorpio, así que ojo eh –agregaba cada vez que alguien le preguntaba por su edad. Y si la siguiente pregunta hacía referencia al estado civil, decía muy convencido

-Solterito y sin ningún apuro. ¿Mujeres? ¡Me sobran!- a continuación hacía un recorrido por los nombres de las que habiendo sido algo, ya no eran ni recuerdo.
Los domingos a la casa de la madre. Eso era religioso y como dogma de fe, no se discute ni se posterga.  Luego del almuerzo y del té digestivo entre comentarios intrascendentes, tres horitas de siesta y por despedida la misma frase dicha con el mismo tono entre besos en la frente
-Hasta el domingo mami, sí te llamo.
Ese domingo, regresaba caminando al barrio.  Un poco pesado, algo le había caído mal…»Debo empezar la dieta”, se dijo. Y levantando la vista vio cómo una bandada de golondrinas pasaba en formación hacia su derecha, luego haciendo un círculo gigante regresaron rumbo a la izquierda. Varias veces observó que se repetía el fenómeno mientras su marcha se hacía más lenta hasta que se detuvo.
-¿Qué estará pasando? -pronunció en voz alta la frase ahogada por el dolor de estómago.
En ese instante, la luz cobró intensidad hasta abarcarlo todo, hasta dejarlo en luz absoluta y el silencio se hizo cargo del espacio.
Sintió frío. Nada más.
“Mañana, cuando despierte, voy a decirle a María lo mucho que deseo tenerla entre mis brazos, sí eso haré”
-¡Vengan, vengan! ¡Es José Ernesto el del 5º A!- le pareció escuchar y mientras miraba zapatillas de niños que se acercaban, vio rodar una pelota hasta su mano. Cerró los ojos.

V C

Reeditado en Octubre, domingo 12 de 2008